TRABAJO FINAL



Pequeñas vivencias que hacen una vida llena

En el siguiente texto autobiográfico, encontraran historias de momentos que han marcado mi vida, en los que en cada experiencia he probado sus diversos sabores. Primero, les contaré sobre mi experiencia personal del cómo aprendí a leer; Luego, hablaré sobre una de mis grandes pasiones, ¡el teatro!, y les contaré el porqué; y finalmente, sobre la magia de la música, lo relevante que ha sido en mi vida y cómo sin ella no existiría belleza.

Desde pequeña…, desde grande… no sé, quién dice que así se ha de comenzar una historia, tal vez antes era más grande y no lo sabía, tal vez ahora sí soy más pequeña, ¿quién dice lo contrario?.... Bueno, entonces cuando era aún una niña y mis padres me llevaban a la guardería, recuerdo que lloraba como una magdalena; mi madre me contaba que siempre que llegaba a recogerme en las tardes me encontraba toda orinada -no sé por qué lo hacía-. Desde que me enseñaban mis profesores a leer, recuerdo una pesadilla que tuve un par de veces; era que yo estaba en un lugar parecido a una cárcel, y habían unos avisos de precaución, al lado se encontraba mi papá que me decía que leyera lo que ahí decía –no sé por qué él no lo hacía, si sabía más que yo- y teníamos que jalar una palanca para poder salir corriendo.  En el sueño, pensaba que nunca iba a aprender a leer.
Una vez, como en primer grado, me acuerdo que mi profesora nos enseñaba con el libro “Nacho lee”, y mientras todos mirábamos al tablero, ella nos indicaba como se pronunciaban tal y tales silabas, cómo sonaban estas palabras, etc.
Mi padre, me había comprado un libro que me encantaba, era sobre una familia de ratoncitos y sus aventuras, creo que me lo leí por ahí más de diez veces, no sé si era por la lectura o por las ilustraciones que traía que me encantaba; también, cada vez que podía me daba revistas gordísimas para que leyera delante de él. Mi padre Martín, me ayudo a agilizar el aprendizaje de la lectura, porque en verdad yo pensaba que nunca aprendería a leer ja, ja, ja.

En el colegio las Américas, como en cuarto grado,-en el que cursé desde el grado segundo hasta quinto- los profesores de Español nos enseñaban la letra pegada; a mi esa letra se me hizo demasiado difícil y siempre trataba de que me quedara bonita pero de la única forma que me funcionaba era haciendo lento, lento, lento todo, hasta que me cansaba y después lo hacía rápido. Me quedaba todo “choneto”.

Cuando comencé la secundaria, mi profesor de lengua castellana nos ponía a leer muchos, muchos libros y, de cada uno de ellos nos decía que debíamos sacarles resúmenes y palabras claves; recuerdo que cuando veía clase con él llegué a tener tres cuaderno: uno para la clase normal, otro para los resúmenes y otro más porque el anterior se me acabó. En ese entonces me parecía que eso no servía para nada, pero ahora que lo pienso, esos conceptos claves que sacábamos de los libros me han servido de mucho; agilicé mi lectura y aumenté mi comprensión.

Mis años en décimo y once grado, creo que fueron los años en los que realmente aprecié la lectura, me tomé el tiempo y la dedicación de leer un libro, no porque me lo mandara a leer un profesor, me lo leía porque realmente me fascinaba, me gustaba el mundo a donde ellos me transportaban; es chistoso, porque mientras uno lo lee se imagina todo lo que describen ahí. Nuestra imaginación es tan grande, que por ejemplo en mi caso siento como si me hubiera visto una novela o un documental y tenga en mi cabeza imágenes de escenas, no las letras que voy leyendo. Mi profesora de décimo se llamaba María Paula, y fue graduada de la universidad del valle al igual que mi profesora Martha Medina de grado once.

Mi profesora Martha nos mostró libros que “debíamos leernos”, pero nunca lo sentí  así; todavía las conservo. Por ejemplo una de esas es la de “Romeo y Julieta”, a mí me fascinó por completo la obra, –me hizo reír mucho- escenas muy graciosas que en ninguna de las dos películas basadas en la obra se pueden apreciar; definitivamente no hay nada como la lectura. Otra de las lecturas impresionantes que nos dio para leer fue sobre los hitos de mujeres colombianas, uno de estos es el de Gloria Pachón de Galán, la viuda de Luis Carlos Galán; la forma en como ella describe su vida desde el comienzo y luego llega a lo que la marcó, es alucinante.

Un libro que me leí hace poco tiempo y me gustó mucho la forma en que describían cada detalle sobre la selva amazónica colombiana, -sus bosques espesos en los que no pasaba nadie sino era a punta de machete, la tribu indígena de caníbales con la que se toparon en las profundidades de la selva, frutas exóticas que ni siquiera hoy en día son conocidas por muchas personas y, muchas cosas más- fue uno llamado “Perdido en el amazonas” de Germán castro Caycedo. Este libro lo encontré en una biblioteca de color marrón y rectangular que tiene mi abuelo con un montón de libros, hay de todo: enciclopedia, colecciones de poemas de todas las clases, novelas, álbumes de fotos, atlas, diccionarios, diccionarios de gramática... con todo eso, ¿quién necesita de Internet? Ja, ja, ja. El otro día me encontré una novela que se llama “mientras llueve”, vamos a ver qué tal es. ¡Mi abuelito Antonio es el mejor de todos!

Ya en la universidad, estando en primer semestre tuve clases con un profesor llamado Ricardo Iglesias, él era demasiado gracioso; las clases con él eran muy activas y dinámicas, me enseño muchas cosas: las clases de textos, cómo armar la estructura de un texto, cómo armar un tipo de texto de acuerdo a las clases de textos, a pulir, a no hacer redundancia con las palabras y, a aprender a ubicar de manera correcta la puntuación que es tan importante.

En mi vida, han aparecido varios angelitos que han compartido sus emociones y conocimiento conmigo; como ya verán, estos angelitos no han estado sólo en el aprendizaje formal de la escuela, sino también en las experiencias de mi pasión por el arte, y una de ellas es: ¡el teatro!. 

Teatro, teatro… cuanto no me enseñaste. En mi colegio habían clases de teatro, un grupo llamado “Teatro fantomas”; recuerdo que el primer día que fui estaba en octavo grado, un dos de febrero, justo el día en que cumplía años.
“Gabo” (así es como le decíamos de cariño al profesor), hizo que formáramos un circulo y que los muchachos y muchachas que llevaban ya tiempo en clases teatrales nos hicieran preguntas del por qué queríamos entrar al grupo; la mayoría de ellos estaban en once grado, yo los veía grandotes y al igual que sus preguntas, me intimidaban. Lo gracioso de la situación es que siempre había sido una niña muy tímida, penosa… y no sabía por qué razón quería ser parte del grupo “Teatro Fantomas”, no sabía que responder a sus preguntas, - supongo que alguna vez en mi vida pensé en ser actriz, cuando veía las novelas junto con mi madre en la televisión; casi siempre al llegar del colegio me sentaba en la sala con ella y me gustaba arremedar los gestos que hacían ja, ja, ja… esas novelas mexicanas, bien exagerados los gestos- creo que siempre me he sabido expresar mejor de manera escrita que oral, y en ese momento no fue la excepción (lo digo porque hasta yo me acabo de dar cuenta cual era la razón, pero ese dos de febrero, bueno…).

Al mes de haber entrado a teatro, mi madre me decía que estaba muy rebelde, y ella no estaba equivocada; aunque creo que más que eso, me encontraba disfrutando de la adolescencia, buscando mi propia identidad. -me pinté totalmente el cabello de color rosado, mi cabeza parecía un algodón de azúcar, y me dejé perforar la comisura de mis labios por un amigo en las bancas del colegio a la hora del descanso. No, no dolió, sólo había sangre y emoción, el ¡dolor fue a la mañana siguiente!- Las clases de teatro influyeron mucho en esa búsqueda de mi identidad; cuando nos tocaba improvisar teníamos que echar a volar la imaginación y olvidar que en ese momento era Alejandra (sentirme, conectarme con el papel que realizaba en escena y apropiarme de él; esto implicaba no estar nerviosa y lograr mitigar la timidez), era muy difícil, Gabo me decía “otra vez, de nuevo, desde el comienzo, etc…” , todo esto con el fin de que la obra (a pesar de ser todavía unos estudiantes) pareciera de actores profesionales.
Recuerdo que siempre antes de salir a escena, me daban muchas ganas de orinar, y cuando terminábamos salía corriendo al baño porque “ya se me sale”, y mientras posaba mis nalgas en la tasa del inodoro, sentía por todo mi cuerpo recorrer esa satisfacción del haber dado todo de mí hasta el final de la obra, esa satisfacción de haber culminado u obtenido algo que te lo has sudado.

Si por mí fuera, seguiría en el grupo “Teatro Fantomas”; un amigo y compañero de teatro me decía “Aleja, yo sé que así tu estudies economía, algún día te va a ser falta el teatro y de pronto te decidas a estudiarlo”, Tal vez llegue a suceder o tal vez no, sólo el tiempo lo dirá; lo único que yo sé, es que todas las personas deberían por lo menos en un lazo de sus vidas practicar teatro, así no sea como algo profesional, o como trabajo, puede ser tan sólo por hobbie. El teatro te aporta mucho, ayuda a conectarte con tus seres internos y a la vez a ponerte en los zapatos de otros; el momento de Salir a escena es indescriptible, hay que vivirlo para sentirlo y escuchar las manos del público, -derecha e izquierda juntarse con fuerza y simultaneidad- como el “diluvio” de la noche pasada sobre las tejas de mi casa y el arrullo de mi cama.  
Agradezco profundamente a mi profesor de teatro Gabriel Francisco Cataño, por haberme llevado a un mundo desconocido y maravilloso que terminó enamorándome con cada uno de sus encantos. 

Bueno, por ahora pasaré a contarles sobre otras anécdotas que han generado un crecimiento en general de mi ser y existir; el violoncelo.
El Violoncelo, es una de las cosas más bonitas que me han pasado.
Una vez estaba viendo una película en la televisión, se trataba sobre un señor que tocaba con mucha pasión un instrumento de madera grandote, ya que con lo que recolectaba en las calles, sobrevivía; era parecido a un violín, pero más grande y con un sonido más grave. El señor cuando tocaba en la película, debo decir que me erizaba hasta el alma; nunca había escuchado un sonido tan hermoso hasta ese día, ¿era la voz del propio dios que me hablaba? o tal vez fuesen sus ángeles, era celestial; desde ese instante supe que me encantaba.

Tenía una guitarra clásica que me había regalado mi madre de cumpleaños, pero en todo el tiempo que la había estado practicando, nunca me llegó a gustar en tal magnitud como el violoncelo; este último, sólo necesitaba que lo escuchara una vez para enamorarme. Comencé a tomar clases de violoncelo, al principio fue muy difícil, porque como el violoncelo no tiene trastes como la guitarra, hay que aprender a afinar a oído; también, a utilizar el arco de forma correcta en la mano derecha, y en la izquierda aprender la posición y así presionar las cuerdas; luego, aprender a leer la partitura en clave “FA” para tocar las notas y así agilizar mi aprendizaje.
Al comienzo no me tocaba ni "estrellita" (es la primera canción que le enseñan a todos los músicos); el cello tiene cuatro cuerdas: Do, Sol, Re y La, pero todas las cuerdas y notas me sonaban a lo mismo, no lograba diferenciarlas. Me podía quedar toda una tarde ensayando una sola escala y luego una sola canción y ni así la sacaba; realmente, al comienzo es muy difícil porque hay que coordinar la mente para que hagas las acciones adecuadas. Después de dos semanas de tanto ensayar "estrellita", finalmente me sonaba bien, además venía con “ñapa” (cayos en las manos y un dolor de espalda).

Agradezco mucho a las personas que dedicaron parte de su tiempo a mi enseñanza, ya que yo no tenía un profesor fijo, y siempre mi aprendizaje fue con ayuda de muchos amigos y compañeros en el colegio pertenecientes a la modalidad de música. Así fue mi proceso para aprender cello mientras fui estudiante de segundaria; luego, fue diferente en la universidad.

Desde el momento en que entré a primer semestre en la Universidad Icesi, lo primero que hice fue mirar si en las clases que ofrecía “Bienestar Universitario” había clases de violoncelo, y me puse muy triste porque no. Pregunté con varios profesores y me dijeron que de pronto necesitaban una cellista en el “Grupo de Cámara” de la universidad, que “ve y habla con el profe Federico”; así que sin esperar más tiempo me fui donde el profe, se emocionó por completo, me dijo que llevaba tiempo esperando un chelista en la clase, el problema era que la universidad no tenía cellos, que me tocaría tener el mío propio, y no lo tenía. El “profe Federico” le comentó al administrador de los grupos musicales de la universidad mi caso, y gracias a él ahora puedo seguir tocando cello, porque compró un violoncelo sólo para mí, para utilizarlo en las clases.
Más que morir de felicidad – o vivir de felicidad- no podía creer que este señor sin bacilos hubiera comprado uno; todavía falta que compren el segundo, el tercero, el cuarto…etc., ja, ja, ja.

Apenas llevo dos años tocando cello, pero estos años han sido de maravillosas y también amargas experiencias.-como en mi primera presentación que fue un desastre, nunca la olvidaré, porque cuando salí del escenario un llanto inexplicable surgió en mí; los nervios me habían carcomido por completo durante la presentación, ni siquiera cuando hacia teatro y algo salía mal en escena me ponía de tal forma.- La música es vida que le da color a la mía, nuevos y diferentes matices cada vez que la interpreto; y como todo músico, aun aprendiendo.  

En conclusión, en estos dieciocho años de vida, muchas personas han sido claves, participes y fundamentales para cada aprendizaje de cada experiencia. El aprender a leer un libro, a tocar el violoncelo y el ser parte del "Grupo Fantomas", creo que son una de las cosas que más adoro en mi vida, y que al mismo tiempo me ayudan a crecer como persona. Agradezco a todos los que me acompañaron, -y que aún lo hacen- en estas travesías que no tienen precio. 






1 comentario:

  1. Alejandra, me gustó mucho la forma en la que describes cada experiencia, esos momentos, que siendo de distintos temas, logran conectarse por medio de la pasión con la que los relatas. A partir de tus experiencias en tu aprendizaje de la lectura, tu pasión por el teatro y tu amor por la música, has conseguido desarrollar tu propio estilo de escritura que hace que la lectura de tu texto no sea aburrida. También, es muy bonita la forma en la que describes como pudiste superar cada obstáculo que se interponía en tu camino, reflejando que con dedicación todo es posible. Por último, cada persona es diferente y es difícil lograr transmitir la personalidad, el verdadero yo, pero tú lo lograste a través de este texto.

    ResponderEliminar